Un sorbo de capuchino es sumergirse en la más deliciosa espuma y llegar a una verdad que podría resultar incómoda para muchos: no hay mejor café que el capuchino.
Reconfortante. Calientito. Energizante. Es el rey indiscutible, su versión suprema.
Hoy, 8 de noviembre, día del capuchino, te explico por qué.
El capuchino fue bautizado como rey del café por sus proporciones exactas, 3 tercios, la simplicidad de sus ingredientes, literalmente café con leche, y el increíble resultado, una deliciosa bebida espumosa, su textura característica e inolvidable, sabor amargo pero suave, y potencia. El capuchino es toda una experiencia.
Tres partes iguales: espresso, leche al vapor y espuma de leche. Voilá.
Ahora que ya sabes que el capuchino es el rey te cuento un poco sobre su origen y sobre cómo preparar uno.
Los centenarios y brumosos orígenes del capuchino
El capuchino es tan antiguo que no se tiene muy claro cuál fue su origen. Pero según el texto Historia del café capuchino y su preparación en prensa francesa, una de las historias más populares dice que surgió cuando los otomanos se retiraron de Viena, después de un fallido intento de conquista, en 1683.
Tras su retirada, dejaron sacos de granos de café. En busca de preparar una bebida menos amarga, los vieneses comenzaron a experimentar y le agregaron miel y crema.
El resultado fue una bebida del mismo color de los hábitos de los sacerdotes “capuchinos”. De ahí su nombre.
La consolidación del capuchino, sin embargo, fue en Italia, siglos más tarde. Después de la Segunda Guerra Mundial, se inventaron las máquinas de espresso. Luego, estas incluyeron el mecanismo para espumar la leche, con la temperatura adecuada. El toque perfecto para hacer de esta bebida un ícono.
¿Y cómo se hace un buen capuchino?
Prepara tu taza: estás por aprender cómo potenciar tus desayunos, o el momento del día en el que prefieras tomarte una de estas joyas líquidas.
Pero paciencia, lo bueno toma tiempo. Para empezar, si quieres hacer un capuchino de verdad necesitas una máquina de espresso.
Si no la tienes y no te quieres complicar, o si no eres tan exigente, también funciona un espumador de leche casero, de los que venden en los supermercados.
Para hacer la versión pro también debes tener a la mano una jarra para espumar de acero inoxidable, un termómetro (la precisión es clave), una cuchara de preferencia también en acero inoxidable, y los ingredientes: café y leche.
Primero, prepara tu espresso normalmente. Aquí el truco está en la leche y, claramente, la espuma. La leche debe ser sedosa y la capa de espuma blanca. La consistencia de la espuma depende de la grasa de la leche. Entre más alto contenido de grasa obtendrás una espuma con más cuerpo.
Ahora sí: la parte del capuchino. Ten la leche fría en la jarra de acero.
Ponla en la máquina. La varilla de vapor que viene en las máquinas de café irá calentando la leche. Debe llegar hasta los 65 centígrados.
Cuando llegue a esa temperatura, tu leche tendrá la capa de espuma deseada. Agrégala al café que ya tenías preparado.
El resto depende de tus gustos y creatividad: espolvorea con azúcar molida, canela o chocolate, por ejemplo.